La plaza de Unzaga de Arrate se vio sorprendida ayer por la presencia de los jugadores del Arrate Konstantyn Kurilenko e Igor Petricheev, que enfundados en la camiseta albiazul portaban una pancarta en la que se podía leer: “Necesitamos cobrar. El Arrate no nos paga. Queremos volver a casa”.
El ucraniano y el moldavo son la viva imagen de la desesperación que ha creado la penosa situación de la entidad eibarresa, que está al borde de la desaparición.
Kurilenko acaba de llegar a Eibar tras cuatro días en autobús para tratar de cobrar parte del dinero que se le adeuda, ya que en su país ha dejado a su mujer y dos hijas a las que apenas puede mantener. Peor suerte si cabe tiene Petricheev, que ni siquiera ha podido volver a su casa debido a que no tiene ni un euro para viajar. Sólo la ayuda de algunos amigos que han hecho durante su estancia y de la generosidad del propietario del Bar Albert ha hecho posible que el moldavo pueda tener dónde dormir y qué comer.
“Estamos sin trabajo, sin dinero y sin nada. No tenemos para comer y tampoco para volver a casa”, indican angustiados. “No pedimos nada que no sea nuestro. Sólo queremos lo que nos corresponde”, clamaban.
El problema es que, como ya indicó Natasha Vergara durante la asamblea celebrada el pasado 14 de junio, el Arrate no tiene ni un céntimo en caja, por lo que de donde no hay, no se puede sacar.
Una de las principales cuestiones que reclaman al margen de lo que se les debe es que les concedan la carta de libertad, ya que ambos tienen un año más de contrato. Según su versión, los gestores del club les han dicho que les concederán el permiso para buscarse equipo siempre y cuando “renunciemos al dinero que se nos debe. No hemos podido negociar con otros clubes interesados en contar con nosotros porque no tenemos la carta de libertad, así que nos vemos sin dinero y sin libertar. Nos sentimos como esclavos”.
Si en el día de hoy el Arrate no hace efectivo el pago de lo adeudado a sus jugadores se produciría su descenso administrativo.
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