
Un mundial, en su concepción de cita anual, que hasta aquí no lo ha sido, pero parece que Hassan Moustafa, presidente profesional de la IHF (ya que cobra sus buenos emolumentos), firmó con Qatar la celebración de las cuatro próximas ediciones en Oriente, debe de reflejar en sus bases, las cuáles sólo ellos las conocen, que se dispute por parte de los campeones de cada Continente mas el organizador, hasta aquí bien. No compartido ya que con esta fórmula no recoge a los mejores equipos del mundo, puesto que tendría que se un abanico más amplio y con cuotas de participación por importancia de los continentes. No puede tener el mismo número de participantes Europa –cuna del balonmano- que Asía o Oceanía, por poner un ejemplo. Pero las bases son las que son y no cabe disputa.
Otra cosa es que se hiciesen unas bases de clasificación, con número de plazas por Continente y llegar a una fase final, claro que eso daría casi ser un Mundial europeo. Desechable ya que lo que se quiere es medir el balonmano continental y buscar nuevas fórmulas es inviable, por lo que está bien que se junten el campeón de cada Continente y el organizador, y que se juegue por concentración.
Llegados a este punto nos da que el interés organizativo no existe para Europa, ni Asía, ni Oceanía ni América, de ahí que lo acoja África, con su mandamás a la cabeza, como es el egipcio Hassan, ya que para ellos es más que un mundial, se trata de un orgullo patrio que no tiene respuesta, como ser vio en El Cairo, de los aficionados, pero que tuvo connotaciones tan políticas que las medidas de seguridad, resonancia mediática y prurito personal dejó de lado lo híbrido del torneo para dar paso a un evento deportivo de gran magnitud. Y es que los países musulmanes se tragan todo lo que huele a deporte por la televisión, que es su gran sustento económico, junto a lo estatal.
Pero si se juega con el espíritu de la letra el mundial no tiene color, siempre sería para el campeón europeo, tal y como pudimos contrastar en Egipto, pese a arbitrajes sospechosos la superioridad del BM Ciudad Real, que no se lo tomó muy en serio, se trajo el título con relativa facilidad. Allí pudimos sacar conclusiones. Que el balonmano sigue en mantillas en la urbe mundial, pero que para África es un prurito personal para sus dirigentes y un orgullo patrio ganar. La organización, eso sí, fue buena y con aureola de ser más que un torneo, con una cohorte de prebostes que al fin y al cabo son personajes políticos de su país.
Y como el interés se centra en ellos mismos, y ponen el dinero, el orgullo es ganarlo, y más a partir de este año que la dotación económica en premios es grande. Y ya se sabe, cuando hay dinero de por medio la realidad se desnuda y mira para otro lado, y aparece lo de poner todo contra todos para ganar, y es que en el deporte profesional lo importante es ganar y no participar, tal y como Unamuno dejo plasmado “la clave de la cuestión no es convencer, sino vencer”, y no es una prosaica licencia periodística, sino la manera que ellos mismos lo definen al cambiar las normas con lo mal traído de “lo que es igual para todos, no es ventaja para nadie”.
Y aparece que los equipos se pueden reforzar, consintiendo fichajes de última hora, con contratos de 20 días (vacaciones pagadas) para intentar ganar, pasándote por el forro de tu capricho las normas de un mundial de clubes, que debes de acudir con TU EQUIPO. Y llegados a este punto será un mundial de camisetas con selecciones de legionarios. El Al-Sadd de Egipto se reforzó con Ivano Balic, Kiril Lazarov y Jakov Gojun; y el Al de Líbano con Tonci Valci y Denis Spoljaric. Un fraude al torneo y una chapuza federativa, y es que los quinientos mil euros para el vencedor, junto al orgullo patrio les llevan a cometer la torpeza de dejar en la grada o banquillo a esos jugadores que sí que defienden la camiseta de esos equipos durante todo el año. Claro, que por aquellas tierras no es que el que se mueve no sale en la foto, es que da con sus huesos en un sitio frío y de reducidas dimensiones.
Ciudad Real debería levantar la voz, aunque sabe de antemano que no le harán caso, pero por lo menos dejará constancia de su Juego Limpio y espíritu del Barón de Coubertin, ya que este mundial se convertirá en todos contra el campeón de Europa, pero eso sí, con jugadores de Europa, perdón, legionarios del Zagreb de Croacia.
No lo entiendo. Me pierdo. O si lo entiendo y no quiero profundizar más.
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