El guerrero Manchego

miércoles, 24 de septiembre de 2008

La ley de Murfi: Todo puede a ir a peor

Desde el aeropuerto de Budapest, tirados y con la duda de si nos dicen la verdad, ya que nos dijeron que el avión tenía un problema (Lufftansa), lo que nos cagó un poquito, comenzamos esta temporada la sección de “El Viejo Guerrero”, que en esta ocasión fue acompañado de su bella Dulcinea (Mayte García), y los escuderos (Manolo Espadas, Remigio Rueda, Rubén Delgado y Jorge Ureña).
La expedición se formó por etapas, unos con varias horas por delante, y otros por detrás. La unión de las huestes manchegas se realizó en el aeropuerto de Budapest el pasado viernes. Tras doce horas de viaje (AVE Ciudad-Madrid, avión Madrid-Munich y Munich-Budapest), un microbús desplaza a los expedicionarios a Veszprém, distante hora y media.
Los ratos de relax se mataron jugando al cinquillo, con unas cartas marcadas y medio rotas, donde siempre ganaba el mismo, y no era El Viejo Guerrero (eh Remigio), que iba de sus mejores galas de verano, sin pensar que otoño estaba al caer y los enviados especiales se fueron a montar guardia en el hotel de concentración del BM Ciudad Real, donde tenía prevista la llegada a las siete y media de la tarde.
El gozo en un pozo, las medias páginas que ya se tenían escritas y reservadas para el entrenamiento se iban a caer por mor de que el BM Ciudad Real saliese tres horas con retraso de Madrid y suspendiesen el entrenamiento.
En el mismo hotel de Veszprém se montó la tienda de campaña. No había ningún enchufe de luz eléctrica que se quedase libre. Ordenadores y móviles ocuparon toda la red eléctrica del hotel, que fueron amables a más no poder, y encima nos invitaron una cerveza de medio litro.
La espera del equipo fue grandiosa. Hubo tiempo para hablar hasta con las flores, en una noche, ya que por tierras húngaras a las seis es noche cerrada. Un frío de mucho cuidado, y El Viejo Guerrero, que de viejo en esta ocasión no tuvo nada, con una camiseta de verano y en mangas cortas. Más frío que un perrillo recién nacido, hasta que a las diez de la noche llegaron los campeones de todo: El BM Ciudad Real. Trabajo contra reloj, y vuelta a los ordenadores a rehacer las páginas. A la hora de mandar dentro del hotel no había cobertura y tuvimos que salir al aire libre, lloviznando para mandar. Un poema, hasta nos echaron fotos. Bajo la lluvia, cubriendo con un plástico el ordenador, mandando las páginas para cumplir con el deber. Unos terminaron antes que otros, y El Viejo se retrasó más y ya pensaba que se quedaba sin cenar, puesto que la cocina la cerraban a las diez y media de la noche. Tuvo suerte El Guerrero, ya que cuando llegó al restaurante los ‘compis’ ya habían cenado, pero por allí apareció Miguel Ángel Amigo que llegaba de la reunión de la EHF y al sentarme con él, colamos como expedición oficial y nos pusieron la misma cena que los jugadores (ensalada, lasaña y pollo con patatas, más postre), y nos salió de pescuezo. Al hotel, como buen país antiguo comunista, una comuna, todos en la misma habitación, eso sí, separados en habitaciones dobles.
Morfeo llegó sin avisar, y primer día que no tuvo desperdicio.

Días de partidos
El sábado no hicimos tarde en ir al pabellón. Tras desayunar salimos para en el “Nuevo Veszprém Arena”, el primer encuentro se jugaba a las cuatro y a las dos ya estábamos en los pupitres, sin la credencial de asiento, por lo que cuando se presentaban los periodistas locales nos toco ir moviéndonos. Un caos. Allí nadie sabía nada, todo era prohibir lo prohibido, por aquí no, por allí, yo no se nada, y como nos quedamos tras el encuentro de Ciudad Real a trabajar, hasta uno nos dijo “que quiero irme a acostar”. Increíble, vaya desorganización más organizada. Joder, lo que más molesta es que luego se usan para estadísticas, medios y demás zarandajas de la EHF para sacar pecho. A nuestro compañero de la SER no le pusieron línea y los de la televisión de Veszprém no quiso que usasen la suya. Luego en el Quijote Arena somos quijotes y cuando llegamos los locales ya están ocupados los mejores sitios.
Pero en fin, el recital del BM Ciudad Real sobre el Kiel nos dejo satisfechos, y tiempo paras cenar, en una ciudad desierta y que parece que ha venido a menos con el paso de los años. Esta vez no vimos ni gente por la calle, hacía frío, sí, pero no para que pareciese una ciudad del viejo oeste.
Mañana segunda parte: Triunfo total y regreso largo.

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