El guerrero Manchego

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Viejo Guerrero ha vivido los 20 títulos del BM Ciudad Real

Amanece el domingo 21 y la lluvia y el aire nos despierta. No hay madrugón, son las diez cuando nos ponemos en marcha, y zás. El desayuno ya se ha terminado en el hotel. Negociación y nos ponen un plato cargado de jamón cocido, chorizo y salchichón, una cesta de pan, mantequilla, zumo y café. No hay mucha hambre, pero hay que engullir ya que el día se aventura un poco rácano en la cuestión del buen paladín.
Arrasamos, sólo quedaron los platos, y para el pabellón. Tarde que hicimos!. No eran las once y ya estábamos por allí cogiendo los mejores asientos y enchufando los portátiles y móviles. Para cuando llegó el resto de la tropa local ya estaban ocupados los puntos de luz. Nuevas miradas pero ya no entraron en discusiones. Es más, uno que se coló el día anterior entre El Guerrero y Manolo de La Tribuna, ante la mirada optó por irse a otro sitio.
Tiempo para aburrirse hasta comience el primer duelo, el la Consolación, el de los perdedores como diría Reta, entre los alemanes. Un café por aquí, visita a los aficionados de Ciudad Real, que montaron una buena. Con la gracia y sangre latina allí estaban componentes de “La Primera” y “Er Gorro”, que con montera y capotillo, hicieron un paseíllo a los acordes de un pasodoble. Centró la atención de todos los aficionados y la admiración. Fueron fotografiados cuál ídolos.
Compra de una camiseta conmemorativa (15.000 forines, unos 6 euros al cambio, ya que en Hungría no se usa el euro), y diálogo con unos y con otros, y casi nadie te entiende. Les pasa lo que a España, que perdieron el tiempo en época de mal recuerdo y no hablan nada más que su idioma.
Como hay tiempo damos un repaso a la nueva Hungría. En la zona de Veszprém da sensación de haber venido a menos. Sede episcopal y con dos cuarteles, no hemos visto esa animación de las últimas veces. Es más, los negocios florecientes de otras veces que estuvimos allí, cerrados, con centros abandonados. Todo muy cutre, triste, con comida basura. Los bares han asumido la cocina rápida a bajos precios, la ultra congelada, que no sabes lo que comes pero que abres los empanados y por dentro van relleno de hígado, con patatas fritas congeladas. El plato de algo tiene un precio y la guarnición otra, si quieres que vaya aderezado con potottos o verduras, se paga aparte. Viene a costar unos 12/15 euros con bebida de cerveza y postre. Salvo un día se la compañía de choque de Ciudad Real, (los seis enviados especiales) que se dieron un homenaje –una tabla de carnes con patadas cocidas y cocretas de patata-, que parecía mucho y luego no fue tanto para todos, costó 16 euros por persona, con bebidas sólo, la cocina fuera de grandes restaurantes (prohibido) es pobre y sabe ‘raro’, como a picante y con filantro. Mira, lo mismo que nos preparó la Lola cuado llegamos, un cocido. ¡Eso si es comer!. La cerveza cuesta un euro y medio, un paquete de tabaco 2, los periódicos 0,50, un café 0,50, un refresco 1,20. La vida es más barata, salvo lo que es alcohol, allí un cubalibre son 8 euros.
Estábamos inmerso en esos recuerdos, el tiempo, la cara como de cabreados que llevan sus habitantes, su maneras de vestir (con ropa sin marca ni glamour), con las chimeneas encendidas echando humo, cuando aparecen en pista los dos equipos teutones: Nordhorn y Kiel. De nuevo carencias en los del norte y el Kiel, con una plantilla recortada, ganan sobrados. Gislason que se despachó diciendo que las bajas le condicionaron la Supercopa y que veía a Ciudad Real más fuete y con banquillo para ganarla. El técnico del Nordhorn dijo poco. Se dedicó a disculparse por la imagen, y es que había junto a él uno con pelo blanco y cara de circunstancia que nos llevó a comentar ‘este como pierda otro encuentro lo cesan’.
Y comienza la final: Veszprem-Ciudad Real. Hay madre mía, ya los árbitros no nos gustaron, igual que la otra pareja, los daneses sentaron cátedra de lo que es arbitrar, concediendo la ley de la ventaja. Fueron felicitados por El Viejo Guerrero, y eso ya es mucho. Al Veszprém que le dejan dar. Ciudad Real se hace fuerte atrás, por delante ni Abalo, ni Davis ni Metlicic, con Stefansson de central sin sacar el brazo y hemorragia en el electrónico, pese a que Sterbik paraba mucho. Se nos fue el ‘pisto’. De cinco goles iba perdiendo Ciudad Real, pero cuando se afianzó en el ataque, con Chema de central, Stefansson de lateral y Parrondo y Kallman haciendo pupa arriba, en ocho minutos parcial de 1-9, y lo que para entonces era una fiesta y un infierno el pabellón, se convirtió en un velatorio. Por el contrario El Guerrero sacó la espada y pecho, cambio de semblante y ya miraba a ambos lados, mientras, los veinte aficionados de Ciudad Real se les escuchaba, ser hicieron dueños del “Nuevo Veszprém Arena”. Exhibición de Ciudad Real que demostró estar bien preparado y triunfo, tercera Supercopa en los cuatro últimos años, veinte títulos, y ojo, El Viejo Guerrero ha vivido en directo los veinte títulos que tiene el BM Ciudad Real en sus vitrinas. Aunque suene pedante, pocos pueden presumir de esa gesta. ¡Que quede clarito!.
Tras los mini faustos del triunfo, las declaraciones y felicitaciones, a trabajar en el pabellón. Nos quedamos solos, con los encargados de retirar todo que fueron muy simpáticos los jodios, se entretenían en explotar los globos, que en la soledad la instalación hacían un estruendo que Rubén tuvo que gravar varias veces un falso directo para la radio, y a los plumillas sacarnos de nuestra concentración. Y lo hacían aposta ya que nos miraban, se reían y vuelta a la gracia. Claro, menos mal que no nos entendían, les dijimos de todo, y nada bonito ni agradable.
Desde que entramos a las once en el pabellón salimos a las ocho de la tarde, sin comer ni apenas movernos del asiento salvo para ir al escusado. Pero mientras con las maletas allí ya que habíamos dejado el hotel y nos estaba esperando un microbús para trasladarnos desde Veszprém a Budapest para hacer noche, ya que el vuelo salía a las diez y media y había que estar cerca.
A las diez de la noche llegamos a Budapest. Menuda pachá de trabajar en níminas condiciones y cargar bultos. Me río yo de Paco Martínez Soria con la “Ciudad no es para mí”. La Dulcinea con su mochila de las cámaras, la personal y el ordenador, y más o menos todos. Pero bueno, todo sea por la gesta de Ciudad Real, se ganaron dos batallas y con ello la guerra de la Supercopa. Otra al talego.
Llegamos a Budapest, a pasar páginas, al hotel, cena –está vez sí, desmayados nos presentamos- y a dormir.

Una excursión
La vuelta fue de cohete. Es lo que tienen los vuelos programados de bajo coste, que pagas poco pero sales cuando sales.
A las ocho de la mañana arriba, desayuno y taxi al aeropuerto. Media hora de camino, pasamos los controles y comunican que el avión con destino Munich tiene una avería y se retrasa su salida media hora. Después que hora y media, y luego, y aquí está la trampa, que saldría a las 13,20, que había programado otro vuelo. Como estábamos pocos en el primer vuelo lo fueron retrasando y juntar los dos. No se llenó tampoco.
Salimos con tres horas de retraso y el enlace perdido de Munich a Madrid. Llegamos a tierras alemanas y nos recibe un perro policía oliendo los bultos por asunto de drogas. A una mujer se le tiró, y el policía le dio una pelota al perro y no había manera de quitársela. Vaya maquina de amedrentar el chucho. Al mostrador a cambiar los billetes. Salimos a las seis y media de Munich. Llegamos dos y media después a Barajas. Taxi y los billetes del AVE que eran para las siete hasta luego Lucas. Nuevos billetes y llegamos a Ciudad Real pasadas las diez de la noche. Catorce horas cargando con los bultos, aburridos, sin comer, los medio sanwins que dan en el avión y siempre producen ardor de estómago. Con horas para leer la prensa húngara, alemana, para jugar a las cartas, para sentarse en el suelo, para…
Una excursión de viaje, pero todo mereció la pena por poder contar en primera persona un nuevo triunfo del equipo de balonmano de Ciudad Real, con lo que la armadura de El Viejo Guerrero ya tendrá tiempo para quitarle las abolladuras y limpiarla. Todo un peregrinaje de cuatro días por tierras conquistadas.

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